ORACION DE SAN ISIDRO

Señor y Dios nuestro, te damos las más infinitas gracias por las maravillas que has creado, poniendo a nuestra disposición el universo entero. Haz que responsablemente saquemos de la tierra el pan de cada día y, a ejemplo de san Isidro Labrador, cumplamos fielmente con nuestros deberes. Ayúdanos a implantar la justicia en el mundo, de modo que todos los pueblos puedan disponer de lo necesario para su alimentación y su formación humana y cristiana. Amén.

domingo, 13 de mayo de 2012

EL AMOR SE TRADUCE EN OBRAS


EL AMOR SE TRADUCE EN OBRAS

Por José María Martín OSA

1.- Dios está en todas partes en que hay hombres que le buscan con sincero corazón. Cornelio es un extranjero que, sin adherirse a la comunidad judía, cree en el Dios único de los judíos. Pedro se da cuenta de que Dios no tiene acepción de personas tras aquella visión de los alimentos prohibidos. Comprende que no es necesaria la circuncisión para ser cristiano. Bautiza a un hombre de otra raza..... Hoy, en varios lugares, la iglesia está amenazada de quedar reducida a un grupo social cerrado y tal vez anticuado. A los cristianos, sin embargo, se les invita a dar un paso, a entablar el diálogo con todos los hombres. Es, por tanto, el Espíritu de Pentecostés el que se manifiesta, en Cornelio y toda su familia, para admiración y sobrecogimiento de los piadosos cristianos procedentes del judaísmo. Lo que ocurrió entonces, siempre ocurre: Dios está en todas partes en que hay hombres que le buscan con sincero corazón. La comunión en la escucha de la palabra de Dios, en la fe en Jesucristo y en la oración es el signo de la presencia del Espíritu. El cristiano de hoy no tiene que convencerse de esto mirando hacia atrás, a otros tiempos, sino poniendo su fe en el presente y en el futuro.

2.- El amor fraterno es el tema de la segunda lectura. El amor, que debe ser el fundamento de la comunidad cristiana y su distintivo, procede de Dios, y no debe confundirse con aquel amor con que pueden amarse los hombres en el mundo. Los que aman como Dios ama son Hijos de Dios, vienen de Dios lo mismo que el amor que en ellos se manifiesta. Pero el que no ama de esta manera no tiene nada en común con Dios y tampoco puede conocerlo. El conocimiento de Dios es inseparable del amor que viene de Dios. El amor que viene de Dios y se manifiesta plenamente en Jesucristo es amor desinteresado, porque es amor a los hombres precisamente cuando éstos eran aún enemigos de Dios. Fue entonces, en el momento preciso, cuando Jesucristo murió en sacrificio de propiciación por nuestros pecados. Por lo tanto, el amor de Dios no es la respuesta al amor que los hombres ya le teníamos, sino el principio del amor que debemos tenernos los unos a los otros; más aún, que debemos tener también a nuestros enemigos: pues el amor, que viene de Dios no se detiene ante el enemigo: antes, al contrario, demuestra una autenticidad y su trascendencia en el amor al enemigo.

3.- “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros”. El amor del Padre al Hijo es inmenso, tierno, entrañable. Así nos amó Jesús, dando su vida por nosotros, no cabe mayor amor… ¿Qué debemos hacer nosotros? Pues mantenernos en su amor, observar sus mandamientos, amar la voluntad del Padre. ¿No es éste el ejemplo que Él nos da?: “Yo hago siempre lo que le agrada a Él”. Permanecer en el amor a Dios es permanecer en el mandamiento de Jesús, o sea, en el amor al prójimo. Hoy precisamente la iglesia, haciéndose eco del mandamiento de Jesús, nos insta a volcar nuestro amor en nuevas situaciones de sufrimiento y de dolor de los hombres, como es el caso de ciertos enfermos abandonados, desasistidos y rechazados a causa de su enfermedad.

4.- “El poder curativo de la fe”. La Pascua del enfermo en este VI domingo de Pascua está en sintonía con el tema de la Jornada Mundial del Enfermo del pasado 11 de febrero, que el Papa Benedicto XVI dedicó a “La gracia especial de los sacramentos de sanación”, es decir, de los sacramentos de la confesión y de la unción de los enfermos, los cuales tienen su cima en la comunión eucarística. Todos anhelamos la salud, a pesar de la experiencia cotidiana de nuestra fragilidad natural. Ese deseo de salud encierra una aspiración mayor: la del bien de una salud permanente y total, es decir, de la salvación. La salvación eterna, que sólo Cristo nos puede dar, es la salud auténtica y definitiva. A ella aspiran, consciente o inconscientemente, todo hombre y toda mujer desde lo más hondo del corazón, y la desean también para los suyos. Si las comunidades cristianas quieren ser fieles a la persona y al mensaje de Jesús, han de atender a los enfermos más desasistidos y necesitados con la misma solicitud con que él lo hizo... Jesús no pasó de largo ante los enfermos, el sector más desamparado y despreciado en la sociedad de su tiempo. Se acercó a ellos, se conmovió ante su situación, les dedicó una atención preferente, buscó el contacto humano con ellos, por encima, de las normas que lo prohibían, y les libró de la soledad y abandono en que se encontraban, reintegrándolos a la comunidad. Así como Jesús amó a los hombres, a los enfermos y necesitados, así es como debemos amar. Recordemos su mandamiento y pongámoslo en práctica.