ORACION DE SAN ISIDRO

Señor y Dios nuestro, te damos las más infinitas gracias por las maravillas que has creado, poniendo a nuestra disposición el universo entero. Haz que responsablemente saquemos de la tierra el pan de cada día y, a ejemplo de san Isidro Labrador, cumplamos fielmente con nuestros deberes. Ayúdanos a implantar la justicia en el mundo, de modo que todos los pueblos puedan disponer de lo necesario para su alimentación y su formación humana y cristiana. Amén.

viernes, 6 de julio de 2012

MARAVILLADOS Y ESCANDALIZADOS


DOMINGO 8 JULIO REFLEXIÓN

1.- Maravillados y, al mismo tiempo, escandalizados. Ese podría ser el resumen del evangelio de hoy, de cómo la gente reacciona ante Jesús. Para situarnos, Jesús va a su pueblo, Nazaret, con sus discípulos, y el sábado comienza a enseñar en la Sinagoga. La gente que lo escucha, que dice el evangelio que era “una multitud”, se maravilla porque habla con autoridad, porque ven en sus palabras “sabiduría” y en sus acciones “milagros”. Por eso dicen: “¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos?”. Ven que no habla como los demás, como los maestros de la ley, algo es distinto en Él, algo es nuevo, sus obras le avalan. Por eso más adelante también dirá: “Si no me creéis a mí, creed a las obras que veis que realizo”.

2.- Sin embargo, al mismo tiempo que se asombran y se maravillan, también se escandalizan. Se escandalizan porque está en su pueblo y lo conocen todos, porque saben que es “el hijo del carpintero”, de María y José, y conocen a sus familiares, que son paisanos del pueblo. Además, Nazaret es un pueblo pequeño y pasa lo que en todos, que todos acaban siendo familia. Para ellos, Jesús es una persona “normal”, y piensan que una persona “normal” no puede hacer las cosas que hace Él. El aspecto positivo de esta reacción es que la persona de Jesús, sus palabras y sus obras, les han cuestionado, no han permanecido indiferentes. El aspecto negativo es que la consecuencia de ese cuestionamiento ha sido el rechazo.

3.- Jesús se siente despreciado en su propio pueblo, rechazado por sus propios paisanos, incluso por sus parientes y por los de su casa. La experiencia es muy fuerte. No puede hacer ningún milagro, salvo curar a algunos enfermos, porque les falta fe en Él. Es la experiencia del fracaso, que se hace más dura cuando se produce con personas cercanas y queridas. Quizá algunos de nosotros podemos sentirnos identificados con estas experiencias de fracaso: matrimonios rotos, proyectos naufragados, negocios venidos abajo, incluso planes pastorales, grupos, iniciativas parroquiales que no han llegado a buen fin, decepciones personales con amigos, dificultades para vivir y hacer vivir la fe…

4.- Pero hay algo muy importante en todo esto, algo que hace que el profeta no se hunda en su fracaso. Ezequiel, el profeta de la primera lectura, recibe su vocación de profeta directamente de Dios, y es enviado a un pueblo rebelde para que realice entre ellos su vocación de profeta, pero con un matiz muy especial. Dios le dice: “a ellos te envío para que les digas: esto dice el Señor. Ellos, te hagan caso o no te hagan caso… sabrán que hubo un profeta en medio de ellos”. Ni Ezequiel, ni Jesús, ni Pablo (en la segunda lectura) se dan por vencido frente al rechazo o al fracaso. Dice Pablo: “Por eso, vivo contento en medio de mis debilidades, de los insultos, las privaciones, las persecuciones y las dificultades sufridas por Cristo. Porque, cuando soy débil, entonces soy fuerte”. Porque cuando fracasamos nosotros, triunfa la fuerza de Dios, que se manifiesta en nuestra debilidad. Así actuó Jesús. Ante el fracaso de la Cruz, triunfó el proyecto de Dios; ante la muerte, triunfó la vida. Ante la dificultad, Dios nos llama a mantenernos firmes y perseverantes, fieles a la tarea que nos ha encomendado, “te hagan caso o no te hagan caso”.

5.- Jesús, ante el fracaso, no deja de actuar. Cura a algunos enfermos y sigue predicando por los pueblos de alrededor. El profeta nunca deja de ser profeta. El proyecto de Dios es muy importante y se hace fuerte frente a las adversidades, frente a nuestras debilidades. Dios, muchas veces, se fija en lo que el mundo rechaza. A Pablo le dice: “Te basta mi gracia; la fuerza se realiza en la debilidad”. Reconocernos débiles ante Dios no es un fracaso, es necesario para que se haga en nuestra vida y en nuestro mundo el proyecto de Dios.

6.- En la Eucaristía no rezamos a un muerto, aunque a veces lo parezca por nuestra actitud, sino a alguien que vive porque ha sabido superar el fracaso de morir en una cruz. En Jesús se ha manifestado la fuerza de Dios. En la debilidad de un hombre crucificado, Dios ha manifestado su fuerza resucitándolo de entre los muertos. Lo que aparentemente era un proyecto fracasado, Dios lo convirtió en el fruto más grande para hacer crecer el Reino de Dios.
Que nos sigamos dejando maravillar por Dios y que no nos escandalicemos de su manera de actuar en nuestro mundo.