EL
AMOR SE TRADUCE EN OBRAS
Por
José María Martín OSA
1.- Dios está en todas partes en que hay hombres
que le buscan con sincero corazón. Cornelio es un extranjero que, sin
adherirse a la comunidad judía, cree en el Dios único de los judíos. Pedro se
da cuenta de que Dios no tiene acepción de personas tras aquella visión de los
alimentos prohibidos. Comprende que no es necesaria la circuncisión para ser
cristiano. Bautiza a un hombre de otra raza..... Hoy, en varios lugares, la
iglesia está amenazada de quedar reducida a un grupo social cerrado y tal vez
anticuado. A los cristianos, sin embargo, se les invita a dar un paso, a
entablar el diálogo con todos los hombres. Es, por tanto, el Espíritu de
Pentecostés el que se manifiesta, en Cornelio y toda su familia, para
admiración y sobrecogimiento de los piadosos cristianos procedentes del
judaísmo. Lo que ocurrió entonces, siempre ocurre: Dios está en todas partes en
que hay hombres que le buscan con sincero corazón. La comunión en la escucha de
la palabra de Dios, en la fe en Jesucristo y en la oración es el signo de la
presencia del Espíritu. El cristiano de hoy no tiene que convencerse de esto
mirando hacia atrás, a otros tiempos, sino poniendo su fe en el presente y en
el futuro.
2.- El amor fraterno es el tema de la
segunda lectura.
El amor, que debe ser el fundamento de la comunidad cristiana y su distintivo,
procede de Dios, y no debe confundirse con aquel amor con que pueden amarse los
hombres en el mundo. Los que aman como Dios ama son Hijos de Dios, vienen de
Dios lo mismo que el amor que en ellos se manifiesta. Pero el que no ama de
esta manera no tiene nada en común con Dios y tampoco puede conocerlo. El
conocimiento de Dios es inseparable del amor que viene de Dios. El amor que
viene de Dios y se manifiesta plenamente en Jesucristo es amor desinteresado,
porque es amor a los hombres precisamente cuando éstos eran aún enemigos de
Dios. Fue entonces, en el momento preciso, cuando Jesucristo murió en
sacrificio de propiciación por nuestros pecados. Por lo tanto, el amor de Dios
no es la respuesta al amor que los hombres ya le teníamos, sino el principio
del amor que debemos tenernos los unos a los otros; más aún, que debemos tener
también a nuestros enemigos: pues el amor, que viene de Dios no se detiene ante
el enemigo: antes, al contrario, demuestra una autenticidad y su trascendencia
en el amor al enemigo.
3.-
“Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros”. El amor del Padre al
Hijo es inmenso, tierno, entrañable. Así nos amó Jesús, dando su vida por
nosotros, no cabe mayor amor… ¿Qué debemos hacer nosotros? Pues mantenernos en
su amor, observar sus mandamientos, amar la voluntad del Padre. ¿No es éste el
ejemplo que Él nos da?: “Yo hago siempre lo que le agrada a Él”. Permanecer en
el amor a Dios es permanecer en el mandamiento de Jesús, o sea, en el amor al
prójimo. Hoy precisamente la iglesia, haciéndose eco del mandamiento de Jesús,
nos insta a volcar nuestro amor en nuevas situaciones de sufrimiento y de dolor
de los hombres, como es el caso de ciertos enfermos abandonados, desasistidos y
rechazados a causa de su enfermedad.
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